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Albert Einstein: La inteligencia de un inatento

 

"Si la teoría no encaja con los hechos, cambiemos los hechos" (Albert Einstein).

La fama mundial de la que goza hoy la figura de Albert Einstein, en tanto paradigma del genio y la inteligencia, es acompañada a menudo por otra un poco más cómica: es común que se lo identifique con el personaje del “profesor distraído”. En realidad, ambas famas eran, según sus biógrafos, ampliamente justificadas.


Era, por un lado, un hombre excepcionalmente talentoso: las implicancias de su famosa “Teoría de la relatividad” van desde el desarrollo de la física cuántica hasta la creación de la energía atómica, pasando por una nueva concepción del universo que reemplazó el modelo Newtoniano vigente desde hacía siglos.


Por otra parte tenemos una serie de anécdotas narradas por quienes lo conocieron, que dan cuenta de un hombre que podríamos caracterizar como “distraído”, “soñador”, “desorganizado” y (sobretodo en su juventud) “vergonzoso” y “solitario”.


El pequeño Albert no habló hasta haber cumplido los tres años. La escuela primaria le fue muy trabajosa, especialmente tenía muchas dificultades con la expresión escrita y con la aritmética. Solía hablar muy poco y casi no tenía amigos: sólo parecía feliz jugando solo.

Por todo esto fue considerado por sus padres y docentes como “lento” e incluso retardado. Más adelante tuvo dificultades para seguir estudios secundarios: sólo en un segundo intento logró entrar a un politécnico y en la universidad siempre fue visto como un estudiante mediocre.


Luego de perder varios empleos consiguió un trabajo en la oficina suiza de patentes donde, en su tiempo libre, acabó por conceptualizar muchas de sus ideas, las cuales solían llegarle por “insight”.


Más tarde, cuando ya era reconocido como una eminencia, solía ser parco y solitario, le costaba encontrar las palabras para hablar y muchas veces se paseaba por la universidad vestido de forma desarreglada y con el cabello despeinado; aparentemente ajeno a lo que pasaba a su alrededor.


De hecho, siempre fue una característica de Einstein, el caminar abstraído del entorno, a veces iba pensando en alguna teoría, otras tan solo tarareando una canción o (en su juventud) tocando su violín. Al parecer siempre estaba “en las nubes”, de hecho esa era una de las principales quejas de sus esposas, las cuales muchas veces hablaban solas durante un largo rato hasta darse cuenta de que Albert ya no estaba escuchando...


En este sentido hay una anécdota muy divertida: de camino a una reunión muy importante , Einstein se detuvo confundido, llamó a su esposa desde un teléfono público y le preguntó: “¿Dónde estoy y donde debería estar?”. También era manifiestamente desordenado, muchos colegas criticaban su desorden y él solía justificarse con una frase que da cuenta de su genialidad: “si un escritorio ordenado es producto de una mente ordenada, un escritorio vacío ¿qué es?...
Todos los rótulos que vemos justificados en estos relatos, le sonarán muy familiares a todos aquellos que hallan convivido o trabajado con un TDAH . De hecho, a través de todo lo que sabemos de su vida, podemos aventurar el diagnóstico de “TDAH predominantemente inatento”.

Deberíamos aclarar que su problema de atención no era el clásico “Tiempo de atención corto” sino, el “sobre enfoque”. Podía permanecer ajeno al resto del mundo concentrado en una sola cosa durante mucho tiempo pero era incapaz de cambiar de foco de atención cuando se requería.


También vemos signos de otras comorbilidades comunes en los TDAH: problemas de fluidez verbal, dislexia, etc. No diremos, pues sería absurdo, que el TDAH fue el responsable de sus logros, Albert Einstein era un hombre genial, cuya inteligencia descomunal estaba mucho más allá de su déficit de atención.
Sin embargo su pensamiento alternativo (ilustrado en la frase del comienzo) ciertamente lo ayudó a buscar nuevas teorías en lugar de conformarse con las existentes.


Finalmente, creemos que el de Einstein es otro buen ejemplo de que el TDAH no tiene relación alguna con la inteligencia . Sin embargo si bien su “sobre enfoque” no fue una dificultad para lograr el éxito profesional, sí le trajo consecuencias en sus vínculos sociales que podrían haber sido evitadas, así como también las frustraciones que seguramente sufrió con los fracasos durante su juventud.

Fuente: Internet, vía facebook

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